FUENTE: EL MUNDO
PERSONAJES EN LIMPIO ANÁLISIS | Personajes en limpio
Manuel Jabois
Hace un año un ex alcalde gallego me pidió que parase la grabadora.
Llevábamos unos minutos bailando en la oscuridad y yo sabía que en
cualquier momento comenzaría el zapateado tórrido. En el periodismo y en
la vida se aprende pronto que hay un mundo que transcurre con la
grabadora encendida y otro con la grabadora apagada. La única misión
verdadera del periodista es convertir el stop en play y blanquear, con
mucho esfuerzo, las noticias en B. Tal y como está el país no debería
publicarse nada si no se atestigua ante el lector una llamada que
hubiese amenazado al periodista con atenerse a las consecuencias.
Apagué la grabadora y me fue relatado el caso de un importante cargo
político del PP que se había enriquecido de forma festiva en los últimos
años. Todo el mundo hablaba de ello, así que no le di importancia;
muchos cargos se enriquecen en público, algunos con más pudor que otros,
y si no se demuestra lo contrario, todo transcurre con la perfecta
normalidad que da compatibilizar el poder con sociedades y empresas a
nombres de terceros. En España se ha llegado al punto desesperado de que
lo verdaderamente grave no es lo que está fuera de la ley, sino dentro.
Lo novedoso, sin embargo, fue que gente de su propio partido había
hecho un dossier sobre el hombre. Y ese dossier llegó a Rajoy, que lo
metió debajo de una montaña de papeles dando órdenes para que el
sospechoso cesase en sus actividades.
Atajar el posible
delito, hacer el menor ruido posible para controlar daños y seguir como
si nada. ¿Y qué iba a hacer, instar a Fiscalía a investigar a un cargo
suyo? ¿No se enfadaría el PP? Y peor aún, dependiendo del alcance de la
investigación, ¿no se enfadaría el PSOE?
Luis Bárcenas, por
ejemplo. Alto, discreto, púrpura. Las primeras informaciones sobre él lo
sitúan a mediados de los 80 abriendo con cierto escándalo la ruta
española en el Everest con una expedición en la que iba su amigo del
alma de apellido inconfundible, Luis Fraga. Pero en 2006 se produjo algo
insólito en el Congreso, sancta sanctorum de la democracia: Zapatero
denunció que el PP cobraba comisiones a las empresas a las que daba
contratos donde gobernaba; el presidente del Gobierno se dirigía de esa
manera tan exuberante al partido de la oposición. Rajoy le dijo que o
retiraba sus palabras o el PP no lo seguiría apoyando. Zapatero las
retiró. Minutos después, en los pasillos, José Blanco contaba a los
periodistas –con la grabadora apagada- que era vox populi que Luis
Bárcenas se reunía en el hotel Orfila, cerca de la sede del PP, para
cobrarle la mordida en metálico a los constructores que querían
contratos en sus comunidades. Esto no lo sé yo porque le vaya poniendo
la oreja a Blanco; lo publicó Carlos Segovia en El Mundo. En 2006. Lo
contaba el PSOE. No le constaba al PP.
Un año antes Maragall
también se había retractado de acusar a CiU de cobrar el 3% de las obras
adjudicadas. También, como Zapatero, lo dijo en un arrebato
incontrolado. También, como Zapatero, lo ordenó retirar del acta y pidió
disculpas. A ver qué dice hoy Rubalcaba después del insólito ridículo
del jueves, cuando no hizo mención a los sobresueldos, no permitió
preguntas y sólo le faltó ponerse a silbar El árbol del ahorcado. La
contundencia dependerá de cómo haya ido la revisión de cajones propios.
Por lo menos hay algo seguro: no nos vamos a creer una palabra. De la
CiU actual ya ni hablo; los Pujol empiezan a parecérseme una película
rodada por Scorsese con un derrame cerebral.
En 2007 Luis
Bárcenas presionó a la Comunidad de Madrid para que le adjudicara a
Seygur la seguridad de la nueva Ciudad de la Justicia. Le fue concedida
por 700.000 euros. El Mundo: «Al conocer su intervención en favor de
Serygur, el vicepresidente del Gobierno regional, Ignacio González,
telefoneó a Bárcenas para que aclarara cuál era su interés en la
sociedad. Éste negó al lugarteniente de Aguirre que tuviera acciones de
Serygur o algún interés económico. Justificó su gestión por su relación
personal con los gestores de la empresa, que son el ex concejal de
Madrid Ignacio del Río y, sobre todo, el ex director de Innovación
Tecnológica del PP Álvaro de la Cruz. ‘Luis Bárcenas es amigo mío y me
preguntó si podía ayudar a Serygur. Le dije que estábamos interesados en
el contrato de la seguridad de la Ciudad de la Justicia y se ofreció a
llamar al consejero Prada. Fue un acto de buena voluntad y por pura
amistad’, explicó ayer a este diario Álvaro de la Cruz. De la Cruz es
consejero delegado de Serygur y mantiene una larga relación de amistad
con Bárcenas, puesto que ambos trabajaron juntos en la pasada década en
la sede del PP en Génova. De la Cruz fue jefe de gabinete del entonces
secretario general popular, Francisco Álvarez Cascos».
Dos años después, Gürtel
«Es que era muy discreto». Hombre, no iba a andar con los millones en
una mochila y abriéndola para pagar los cafés. Si el gerente y tesorero
de su partido se lleva crudos de donde sea 22 millones de euros en
veinte años y ustedes no se enteraron de lo que pasaba en su edificio no
pretenderán hacernos creer que saben lo que pasa en España. O son unos
incapaces que rozan científicamente la idiocia o unos cómplices
incapaces de atajar un delito gravísimo delante de sus narices, sea por
los sobresueldos o por esa afición tan aristocrática de no querer
levantar la alfombra, no sé si por evitar la sorpresa de no encontrarse
con nada; como cuando alguien ve un abrigo precioso de talla XXL que se
niega a probar por si le queda bien.
«Es un chantajista». ¿Y
cuál es el problema? Chantajear está muy desprestigiado. Si a mí,
afortunadamente, nadie me puede chantajear con hacer públicas unas fotos
con Elle McPherson, se entiende que al PP y a la Corona ni Bárcenas ni
Diego Torres pueden chantajearlos con algo parecido, pues en general
nada consta. Allá ellos con su farol y allá nosotros con el espectáculo.
"No me temblará la mano". Fabuloso castigo el desamparo prometido por
el PP. Se ha llegado a que se considere casi penalmente que el partido
abandonará a su suerte a los cargos que hayan cobrado dinero en negro o
quienes se hayan enriquecido ilegalmente. El listón está alto con
González despidiéndose de Barrionuevo en las puertas de la cárcel, pero
en 2003 aún estábamos saliendo de la Transición, y ahora ya estamos
entrando en otra.
Déjenme que les cuente algo: una práctica
sexual que tengo pendiente es la de la mosca escorpión. La hembra no se
aparea si el macho no le trae un insecto muerto. Durante la copulación,
el macho mantiene agarrado el insecto mientras la hembra lo come. El
macho tarda veinte minutos en dejar todo el esperma. Si la hembra acaba
antes su banquete, expulsa al macho sin dejarle culminar el acto; si
tarda más de veinte minutos, los dos luchan a muerte por las sobras. Es
por ello que el macho ha desarrollado la hipnótica capacidad de matar a
un insecto que le dure a su amante exactamente veinte minutos.
De esta hermosa manera nuestros políticos han conseguido perfeccionar
el método de contrataciones públicas hasta hacerlo universal y recibir
el porcentaje adecuado para que no haya sangre por las sobras ni se vaya
el cargo público con la adjudicación a otra parte. De ese microcosmos
subterráneo que rige la Naturaleza aparecen de vez en cuando testimonios
que levantan escándalo entre la buena sociedad de provincias,
acostumbrada a prácticas menos letales. Pero lo cierto es que España
funciona como una orgía interesada en el sótano de palacio mientras
arriba, en los salones, todo el mundo guarda la compostura y arenga al
pueblo con la hora del sacrificio. Es un país en B, donde no está tan
sumergida la economía como la moral, y empieza a ser tan resbaladizo el
delito como quien lo reprueba en silencio y carga con él a modo de
penitencia.
«Igual que si se tratara de un monigote de los
Santos Inocentes, Rajoy llevó colgado de la espalda a Luis Bárcenas
durante toda la mañana», escribió Gistau hace cuatro años. Por no
quitárselo a tiempo, el monigote ha engordado por lo menos 22 kilos, y
es por ello que Rajoy a ratos se sienta para tomar aire. En Génova se
empiezan a ver sobres como el niño del sexto sentido veía muertos.
Bárcenas sube montañas enormes que luego baja esquiando. Es aficionado a
deportes extremos en los que se juega la vida; uno de ellos, el
heliski, consiste en ser lanzado desde un helicóptero con los esquíes
puestos. El piloto, desde luego, es un cachondo.
Háganse ricos
si pueden. Pero ahora que lo pienso, a mí no sé qué me daría más
pereza: si estar veinte minutos copulando o veinte minutos comiendo
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