Al
examinar las Autonomías españolas, lo primero que llama la atención es
que han multiplicado el número de políticos y de funcionarios necesarios
para que funcione –aunque sea mal- el mastodóntico Estado autonómico.
El principal inconveniente de la autonomía territorial es su altísimo
coste, no siempre justificable, que se agrava porque la falta de control
estatal facilita los despilfarros de los gobernantes de las CC.AA.,
quienes acaban financiándose con una deuda pública que ha llegado a ser
inasumible, y que pone en peligro tanto la supervivencia de la propia
autonomía territorial como la posibilidad de endeudamiento de un Estado
cada vez menos solvente. El altísimo y elevado coste del Estado
autonómico es el problema central de la actual crisis española, que hace
imposible lograr un crecimiento económico suficiente para crear puestos
de trabajo.
Actualmente
el Estado de las Autonomías está ya en una profunda crisis. El mito de
las ventajas de las autonomías para los ciudadanos se ha venido abajo.
Desde luego, el Estado de las Autonomías es un engendro inviable, pues
resulta política y financieramente insostenible, sobre todo cuando hay
crisis económica. Por el costosísimo y superendeudado Estado de las
Autonomías nos estamos convirtiendo en el Estado de los recortes
económicos y sociales, acercándonos cada vez más a la insolvencia tanto
estatal como de las CC.AA. La enfermedad que aqueja al Estado de las
Autonomías es terminal, porque su bancarrota parece inevitable. Pero, si
llegase a ser necesario, ¿quién podrá rescatar a las CC.AA.?, porque el
Estado español se ha convertido ya en residual, sin territorio y
arruinado. ¡Nadie!. Llegado ese momento, Europa y los mercados
financieros nos obligarán a elegir entre el mantenimiento de nuestras
ruinosas taifas autonómicas o nuestra pertenencia a la desarrollada
Europa del euro. La desaparición del Estado de las Autonomías llegará a
ser inevitable, por una mera cuestión de supervivencia. Esa será la
inevitable consecuencia de que los políticos, con el enorme
endeudamiento suicida de sus CC.AA., se hayan comido vorazmente su
“gallina de los huevos de oro”: el empobrecedor Estado de las
Autonomías, que es una quimera inviable, un laberinto que, gracias a los
compromisos con la Europa del euro, terminará por desaparecer. Desde
luego, estamos ya en el principio del fin de las Autonomías y se
vislumbra su ocaso.
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